Queridas Hermanas,
“Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia,. . .” (II Pedro 1.2-3)
Al leer estos versículos me he dado cuenta que muchas veces no he andado en el poder que Cristo me quiere dar. ¿Puedes identificarte conmigo en esta verdad? Muchas veces, yo he sentido que mis fuerzas se agotan y que mis manos están atadas. ¿Te has encontrado allí?
Quizá tu vida puede parecer un sendero largo . . . que va por la cordillera. Hay montañas de quehaceres diarios: ropa para lavar, comida para preparar, y una casa para limpiar. Además, hay hijos a quienes enseñar e instruir en las cosas cotidianas y espirituales, un matrimonio para cuidar, y muchas otras responsabilidades de la vida que captan la atención. Cuando por fin, después de mucho sudor y esfuerzo, llegas a la cima de una montaña, justo en frente ves otra, aún más formidable y gigante de la que recién venciste. Tu corazón casi deja de latir al darte cuenta que hay muchas montañas, casi sin fin, que tienes que cruzar. Te sientes sin fuerzas . . . demasiado cansada . . . desanimada . . . casi a punto desmayar. ¿Te has encontrado allí?
O tal vez te sientes que te estás ahogando en un mar de problemas y dificultades. Hay relaciones difíciles entre familiares y/o amigos, amistades quebradas, pérdidas de confianza y malos entendidos, y tú sientes que hay muchas olas negras y muchos vientos fuertes que ponen en peligro hasta tu vida. No sabes como puedes sobrevivir a la tormenta, porque dentro de ti, sientes que te estás hundiendo cada vez más. Parece que no hay nadie que te puede rescatar, y tu esperanza está perdida. ¿Te has encontrado allí?
Posiblemente sientes que te estás encerrada por el papel que te toca vivir cuidando la casa y haciendo un hogar para tu esposo e hijos. A veces vienen a tu mente lindos recuerdos de tiempos pasados, cuando invertiste mucho tiempo en estudiar la Biblia y en la oración. Reflexionas en instancias cuando estabas libre para salir de paseo con tus amigas o tomar un descanso cuando tuviste la necesidad, pero ahora estas oportunidades son una ilusión en la memoria. Te sientes atrapada por lo que otros esperan de ti, y aunque corres desde el alba hasta la puesta del sol, siempre te queda el sentimiento que no estás cumpliendo con ciertos deberes tuyos. Además, te estás dando cuenta que ciertas virtudes que quieres desarrollar en tu vida parecen cada día más lejos de tu alcance, y te sientes frustrada, a punto de darte por vencida. ¿Te has encontrado allí?
Les quiero decir, queridas hermanas, que se encuentran en uno u otro de estos lugares, no son las únicas que han experimentado este sentimiento. Muchas veces yo también me he encontrado allí. Pero Dios, en su Palabra, nos ha dado esta promesa de “todas las cosas” que necesitamos para vencer y salir victoriosas con Él. ¿Cómo, pues, podemos andar en esta realidad?
Quiero compartir con ustedes algunos puntos que me han ayudado mucho en mi jornada personal con el Señor.
1. Mantener el enfoque en Jesucristo. Muchas veces, me he dado cuenta que soy como los discípulos de Jesús en medio del tempestuoso mar. (Lucas 8.23-25)
Jesús está conmigo, pero siento que está durmiendo. Siento gran agitación y preocupación por las tormentas y me asustan mucho las olas. Clamo a Jesús y Él responde para calmar la tormenta dentro de mi alma, (aún no siempre lo que está en mi alrededor), y Él me pregunta—¿Dónde está tu fe?—En estos momentos tengo que reconocer que por un tiempo empecé a dudar en el poder de mi Dios, y dejé que mi enfoque salga de Él y esté en las cosas en mi vida. Tengo que pedir perdón de Dios por mi falta de fe, y volver a confiar aún más en Él y en Su soberanía.
2. Asegurar que las batallas que estamos peleando realmente son las necesarias. Estas palabras de sabiduría una hermana mayor hace poco compartió conmigo, y fueron como dardo a mi corazón. Me hicieron reflexionar y darme cuenta que a veces yo gasto mucha energía en batallas que son de otros. Por ejemplo, las batallas espirituales son del Señor Jesús, y Él ya es vencedor. Solamente tengo que confiar en Él y seguir fiel a mi Capitán. A veces estoy atormentada por preocupaciones de otras situaciones en la vida, pero ¿son realmente mis batallas? Tal vez estoy intentando arreglar algo que es la carga de mi esposo . . . o mi pastor. . . o una amiga. O quizá es una lucha por aceptar las cosas como son. Me llega esta pregunta . . . ¿estoy peleando batallas necesarias? Estas serán los que SON mis responsabilidades, y no la de los demás. Y si ES mi batalla, tengo la promesa que Jesucristo me ha dado “todas las cosas” que necesito para vencer y están en Su poder. Sí, por cierto, la vida nos presenta una batalla feroz, pero Jesús solamente nos dará la gracia para pelear la nuestra . . . nada más.
3. Reconocer que mi Padre Eterno está en control de todo, y quiere usar lo que estoy enfrentando para cumplir Su deseo en mí. Recién escuché la historia de unas mujeres quienes estaban estudiando en el Antiguo Testamento y les surgió una pregunta en cuanto a Malaquías 3.3: “ . . .y (Dios) se sentará para afinar y limpiar la plata . . .” Al investigar el proceso de afinar la plata, una de ellas aprendió que el platero tiene que sostener la plata sobre una llama de alto calor hasta que salgan todas las impurezas. Preguntó al platero como sabe cuándo está terminado el proceso. El platero le respondió —cuándo veo mi imagen reflejada sobre ella. —¡Qué cuadro más precioso presenta esta historia en la mente! Vemos a Dios, nuestro Padre Eterno, sentado al lado del fuego. En Su mano todopoderosa sostiene un pedazo de plata (cada una de nosotras) con muchas impurezas que tienen que salir. Es duro el proceso, pero en fin, la imagen de Dios empieza a ser reflejada sobre la plata. Y cuando esta imagen sea perfecta, estará terminada el proceso . . . ¡todo para Su gloria de Él!
Queridas hermanas, recordemos que Dios, nuestro Padre, quien nos ama más de lo que podemos imaginar, es el Maestro de las tormentas . . . nuestro Capitán . . .el Platero. Es Él quien nos mantiene sostenidas en las tormentas, en las luchas y dificultades de la vida, o en las llamas que nos quieren devorar. Es Él quien nos ha prometido que “todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dados”. Es Él quien nos puede dar poder de subir las montañas diarias, y darnos gozo y paz para cumplir nuestras responsabilidades. Y es Él quien tiene por su propósito de que al salir de las pruebas reflejemos Su imagen y somos vencedores . . . todo “por su gloria y excelencia”.
Melanie Breneman, es misionera en Chile hace 11 años, junto a su esposo John son distribuidores de Literatura Cristiana y material educativo para familias que educan en casa (como Vara y cayado y otros). Han educado a sus seis hijos en casa en su estadía en Chile. Además en su llamado misionero, capacitan y enseñan a familias en la enseñanza sobre el hogar cristiano, crianza de los hijos, matrimonio etc. Melanie también guía un grupo de mujeres en la enseñanza de su rol como esposas y madres de formas prácticas. John y Melanie tienen 26 años de matrimonio, dos hijos casados y 3 nietos.
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